Hay quien piensa que eso es lo que nos diferencia de los animales, olvidando que somos animales y que lo que nos identifica se define precisamente como esos "instintos", como el hecho diferencial que nos distingue como especie y no el desarrollo tecnológico o la capacidad, o la ilusión, de dominar nuestro entorno.
Cuando las guardias son derribadas por algún elemento externo podemos ver la realidad de nuestras interrelaciones, para bien o para mal.
Quizás el problema no sea ponernos de acuerdo en unas convecciones sociales para relacionarnos, quizás el verdadero problema sea olvidar la forma natural de relacionarnos lo que conllevará de forma inexorable a la incapacidad de volver a la esencia de las relaciones entre las personas.